Muy pocos saben que la palabra aquelarre o akelarre proviene del dialecto vasco y quería decir “prado del macho cabrío” en referencia a este animal como figura del diablo. Con este nombre se denominaban las reuniones de brujas celebradas en los bosques en la Edad Media, en las cuales, como producto de haber ingerido brebajes de hierbas alucinógenas, sus participantes creían haber visto o tenido tratos con el diablo. Durante la Inquisición, sólo en Europa se mataron 100.000 personas acusadas de ser brujas o practicar la brujería. El 40% de dichas ejecuciones se efectuaron en Alemania, el segundo país donde más ejecuciones y torturas se llevaron a cabo fue España.
Lo cierto es que el terror que practicó la Inquisición se extendió incluso a América, siendo central en México, Perú y Colombia.
Aún persiste su sombra oscura en algunos pueblos del Interior de España, donde se recuerdan las masacres de brujas, y los lugares que quedaron marcados para siempre por estos acontecimientos. Entre sus célebres ejecutores aún se recuerda el nombre de Torquemada, nombrado Inquisidor General en 1482 por Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, autor de 10.000 asesinatos en la hoguera y 27.000 sometimientos a torturas.
Las hazañas escalofriantes de los hombres de la inquisición a través de aparatos creados al solo fin de torturar, descuartizar, despedazar seres humanos, sólo son comparables o equiparadas a los horrores cometidos por el criminal nazi Josef Mengele durante la segunda Guerra Mundial.
Curiosamente, la tumba de Torquemada fue saqueada y sus restos desaparecieron… no fuera cosa que algún día se levantara de la tumba.