Escalofrios y miedo: El fantasma del niño errante

Los chicos del pueblo al principio nos parecían muy fantasiosos o que nos querían meter miedo. Decían que algunas noches se oía el gemido de un niño pidiendo ayuda pero no venía de ninguna parte, sino de todo el pueblo. Cada uno de los habitantes lo oía en su propia casa, en la calle, en la tienda, en el bar partía de las paredes, del suelo a veces incluso sentían un empujón violento que los lanzaba al suelo. Contaban que incluso una mujer embarazada perdió a su hijo en la plaza una tarde en la que se encontraba hablando con unas amigas al sentir que unas manos aprisionaban su vientre con tanta fuerza que la hizo abortar allí mismo. Ella estuvo a punto de morir y cuando se recuperó, se fueron del pueblo y no volvieron a él.

Les preguntamos que quién podría provocar esas cosas, entonces nos contaron una leyenda de terror y del por qué creen que eso atacó tan ferozmente a la mujer.

Hacía unos diez años, unos niños del pueblo decidieron irse una noche de verano a otro pueblo vecino. Para ello tenían que atravesar un campo donde en uno de los laterales estaba el cementerio embrujado que compartían los dos pueblos y que se hallaba justo a la mitad del camino.

Cuando ya estaban bien avanzados oyeron un crujido a sus espaldas. Era el hermano menor de uno de ellos. Le instaron a que se volviese a casa pues no querían cargar con críos y éste se negó en rotundo, más que nada es que le daba miedo volverse solo.

Entonces decidieron despistarle. Al llegar a la altura del cementerio embrujado dijeron que iban a jugar para esconderse en él. Como había luna llena se veía bastante bien, este chico aceptó sin sospechar nada. Ya en el cementerio embrujado, uno contaba y los demás se escondieron todos juntos, mientras este chico se escondía en otro lado pensando que todos estaban haciendo lo mismo.

Cuando ya le perdieron de vista, los chicos se reunieron y salieron por una de las tapias dejando a este chico escondido. No podían evitar reirse de lo fácil que había resultado engañarlo hasta que oyeron un grito horror. Al principio pensaron que se trataba de una broma, hasta que el segundo grito escalofriante reaccionaron y volvieron a entrar en el cementerio embrujado. Estuvieron buscando por todas partes pero no le encontraron, gritaron su nombre, dieron vueltas y más vueltas y nada.

Al cabo de muchas horas, cuando ya despuntaba el alba decidieron buscar ayuda en el pueblo con la esperanza de que el chico les hubiese gastado una broma y se hubiese ido a casa.

Al llegar al pueblo, el hermano fue a su habitación, no había dormido allí, la madre le preguntó por su hermano pequeño y éste le tuvo que contar la verdad. La madre avisó al padre y éste a todo el pueblo. Salieron todos en busca del muchacho al cementerio embrujado.

Cuando llegaron allí, uno de los vecinos descubrió con terror que el cuerpo del chico se encontraba en una de las fosas que acababan de abrir días antes para un nuevo difunto. El chico tenía la cabeza reventada, los huesos de las piernas y de los brazos retorcidos en una figura grotesca, los ojos cristalizados por el miedo y la boca con una mueca de absoluto terror.

Fue un día negro en todo el pueblo, nadie se explicaba lo que había ocurrido allí. El hermano, con los años, fue internado en un psiquiátrico pues decía que su hermano se estaba vengando de él, le veía en todas partes, le pegaba. Los médicos le diagnosticaron neurosis obsesiva posttraumática, pero no podían explicar los contínuos moratones que aparecían por todo su cuerpo, incluso en la cara.
Al cabo de unos años, la madre de estos hermanos se quedó embarazada… y a los siete meses le ocurrió lo que ya contaron antes: Algo había provocado la muerte de su bebé y quizás su propia muerte de la que escapó por poco. Los chicos decían que los gritos de terror que oían por las noches eran iguales que los que oyeron en el cementerio embrujado.

Sea lo que sea que mató al pobre chico en el cementerio embrujado nunca se sabrá. En el pueblo solo se espera que el espiritu pueda encontrar la paz.

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