Los hechos que relato a continuación le sucedieron a un lector de Escalofrios.
Por razones lógicas, voy a ocultar su identidad, dado que muchas veces la ignoracia u otras razones hacen que su experiencia sea motivo de burla.
Vamos a llamarlo “Z” y lo que les voy a contar le sucedió cuando tenia unos ocho años. Z estaba jugando con su hermano en su habitación y de repente ambos vieron dos naves afuera, una mediría unos diez metros y otra relata que era un poco más pequeña. La más chica se les acercó hasta la ventana de la habitación, tan cerca que casi podían tocarla con la mano. Esto ocurría alrededor de las siete de la tarde, su hermano menor también las vio pero él sólo habla de este tema con Z. Cuenta que eran en forma de platillo y de color gris.
De repente, no recuerda nada de lo que pasó después de ese instante, pero despertó otra vez en su habitación. Esta experiencia cambiaría drásticamente la vida de Z.
“Recuerdo que todo se sentía extraño en los dias siguientes” -relata. Y comenzó a ver en sueños las cosas que al otro día iban a ocurrir, esto sucedía tan seguido que ya sentía miedo. Comenzó a contar las cosas antes que sucedieran, al principio nadie le creía pero después se daban cuenta que era totalmente cierto. Pude ver en un sueño como pasaba un accidente que al otro día ocurrió y así muchas cosas más…
Un día ocurriría algo impensable, como un viaje y un retroceso en el tiempo. Estaba entrando al polideportivo del barrio cuando ve que un chico se cae y se lastima, luego viene la madre corriendo y lo levanta, cuando lo tiene ya en brazos, Z vuelve a aparecer en el portón antes de entrar, y la escena vuelve a repetirse otra vez.
No se trató ni de una predicción, ni de un sueño, fue como un movimiento extraño en la línea del tiempo.
Z Recuerda que al volver de unas vacaciones en Misiones, recibe una llamada de Buenos Aires donde le indican que son las 12 de la noche, pero en sus relojes extrañamente eran sólo las 10.
Un caso que siempre recuerda, a sus 14 años, “estábamos con mi primo esperando a alguien en la parada del colectivo para llevarlo hasta la casa y yo de la nada le digo: “él se quedó tirado con el colectivo en Opendoor (Pcia de Buenos Aires)”. El primo lo mira sorprendido hasta que tras una llamada de su celular constata la afirmación de Z.
Y así le fueron sucediendo cosas semejantes hasta que por fin cesaron. Z, hoy tiene 29 años y rara vez habla de estas cosas. Y espera que nunca más le sucedan.