Este era el caso de las niñas Parris, hija y sobrina del Reverendo Parris, las cuales eran entretenidas y acompañadas por una esclava de nombre Tituba, nativa de las Antillas. Entre sus dotes se encontraban el poder de leer el futuro en la clara de un huevo. Esta fue una de las razones por la cual se la consideró bruja, iniciándose así la cacería de brujas en el pueblo de Salem.
Las niñas Parris empezaron a cambiar su comportamiento. Se dice que lloraban sin razón, corrían en cuatro patas y aullaban como lobos.
Luego de ser examinadas por un doctor que fue incapaz de dar un diagnostico médico, se determinó que las niñas habían sido embrujadas. Acusaron rápidamente a Tituba de ser bruja y de haber lanzado este maleficio.
En ese tiempo, si una persona admitía practicar brujería, no se la ejecutaba; pero en cambio, si lo negaba era condenada a la horca.
Aunque no se sabe a ciencia cierta si Tituba era realmente una bruja o no, lo cierto es que confesó serlo y así salvó su vida. Luego, acusó a las niñas Parris de brujería y estas a su vez se defendieron diciendo que habían sido poseídas por el demonio, espiritus y fantasmas, pero que de esta forma podían ayudar a los ministros a cazar a las verdaderas brujas, personas que practicaban magia negra, hablaban con demonios, causaban plagas y escalofrios en los pueblos.
Lo que empezó como un juego de niños terminó acusando a muchos inocentes de brujería.